El eremita suele transitar lo más inhóspito de las calles, le cuenta al silencio sin que se le
escape algún detalle: que algunas se acobijan con frialdad, otras son laderas humanas
perdidas en el interior de la ciudad y están esas calles que reflejan el cansancio de la
humanidad.
De lunes a viernes se vislumbran las horas con distinta tonalidad, sábado y domingo
planean un encuentro y utilizan el traje de la vanidad, pero claro…
…Con un poco de formalidad, y otro tanto de banalidad; al encontrarse, entrelazan sus
momentos y corren por el bulevar de la inmensidad.
Pero hay quien vive inmerso en esos días, en esas calles por donde los sueños viajan en un
tranvía, las pasiones ya no sufren de alevosía y el arte para el eremita se convierte en
ambrosía.
Hay quien vive una historia de amor con su prometida a quien apoda ‘alegría’, pero
también con su amante: tan elegante como la ‘melancolía’ cuando escudriña la sombra de
la fantasía.
Aquel hombre describe lo que descubre en la lumbre y como es costumbre entre la
muchedumbre interpreta las metáforas de las farolas que lo llevan hasta la cumbre.
Desde entonces el eremita visita cada noche el mismo bar, es un juglar que gusta de utilizar
el verbo ‘amar’ porque con él puede rimar aun sabiendo que es un concepto con el que ya
no le es fácil conjugar… a destiempo.
Lleva consigo un texto casi que desvanecido, desenrolla el papiro, pero antes de ser leído lo
interrumpe el sonido que emite la soledad con un suspiro.
Hasta que comienza el recital… sus primeras líneas decían:
“…Y puede que no existan los vampiros, pero deliro con el romance de las mil noches y un
día a las afueras de un castillo, con el transeúnte que edifica un amor sin pestillo en una
ciudad donde la oscuridad también tiene su brillo y cada calle es un capítulo en la creación
de un nuevo libro…”
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POEMA POR: A.K.A. Joal
EDITADO POR: Rafael López A.K.A. FR
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